Como vemos en el curso de introducción a la cámara reflex, toda cámara réflex se compone de dos grandes partes: el objetivo y el cuerpo siendo éste último el que incluye a su vez a todo el resto de elementos o componentes de la cámara.
Al margen de cada uno de los elementos que lo integran, una de las funciones esenciales del cuerpo es la de aportar solides y rigidez al conjunto de la cámara; su calidad dependerá en gran medida de los materiales con los que esté fabricado ( acero, aluminio, plástico, aleaciones metálicas, etc.) de tal forma que podemos afirmar que un buen cuerpo será aquel que combine resistencia y ligereza de forma simultánea.
Es importante también señalar que cuerpo y objetivo se encuentran unidos por otro elemento llamado bayoneta que, normalmente, suele ser único en cada marca y, por tanto, incompatible con el resto.
Como decíamos, dentro del cuerpo de la cámara réflex podremos encontrar algunos de los elementos esenciales para el funcionamiento de la cámara como son el sensor digital, el pentaprisma, el obturador, el visor, el espejo principal o la pantalla de enfoque.
El sensor, formado por píxeles sensibles a la luz, es el encargado de recoger toda la luz (imagen) que le envía el objetivo realizando las funciones del carrete de negativos tradicional. El pentaprisma de espejos es el componente encargado de reconducir la imagen de nuevo hacia el visor y recolocarla de forma vertical ya que la imagen que proyecta el objetivo se encuentra invertida.
El obturador tiene como misión la de regular la cantidad de luz que pasa hasta el sensor, lo cual determinaremos a través de la velocidad de obturación. El visor no es si no la “ventana” a la que llega la imagen que deseamos fotografiar, el lugar por el cual miramos. El espejo principal, situado en una inclinación de 45º, es el primero en recibir y desviar la luz hacia la pantalla de enfoque y el pentaprisma.
Por último, la pantalla de enfoque consiste en un vidrio esmerilado con el que verificar que el enfoque es el correcto.