Con la fotografía analógica, una vez tomadas las imágenes bastaba con llevar el carrete a un laboratorio de revelado para obtener las fotos impresas, elegías el tipo de papel y poco más. Pero eso ha pasado a la historia. Ahora, con la fotografía digital, la sacar fotografías no acaba con pulsar el botón, sino que a partir de ese momento se abre todo un mundo de posibilidades a la creatividad del fotógrafo gracias al proceso de edición.
La llegada de la fotografía digital ha permitido que muchas personas descubran su pasión por este arte y se animen a explorarlo y a perfeccionar sus técnicas. La razón es sencilla: junto a la evidente bajada de los precios, ya no se necesita nada más que un ordenador, el software adecuado y, por supuesto, conocimiento. Las imágenes digitales cada vez se imprimen menos y cuando se hace, podemos hacerlo en casa gracias a las actuales impresoras de alta calidad.
Al mismo tiempo, la edición digital ha dado rienda suelta a la creatividad de todo amante de la fotografía. Gracias a programas informáticos como Photoshop, repletos de funciones y con interfaces cada vez más intuitivas y fáciles de manejar, podemos hacer prácticamente todo lo que se nos antoje con nuestras imágenes: ajustar enfoque, colores, brillo, recortar, realizar fotomontajes y un larguísimo etcétera que sólo nuestra imaginación y creatividad puede detener.
Pero existen una serie de técnicas básicas de fotografía, casi podríamos decir esenciales, que podemos y debemos hacer durante este proceso de edición digital de imágenes:
- Incrementar la nitidez de la imagen, especialmente cuando hemos utilizado el enfoque automático.
- Saturar y desaturar los colores, es decir, aumentar su viveza o por el contrario, caminar hacia el blanco y negro.
- Sobreexponer y subexponer con el fin de aclarar u oscureces las fotografías.
- Con apenas un clic, podemos eliminar los ojos rojos, un efecto tan molesto como habitual.
- También podemos enderezar la imagen si ha salido torcida, encuadrarla mejor, rotarla, recortarla…
- Incluso podemos eliminar cualquier elemento de la composición que no nos guste, por ejemplo, ese contenedor que afea tanto la fotografía que hemos tomado de una preciosa calle.